Las mañanas de playa en frente de casa de los abuelos, los
paseos hasta la curva, las tardes apoyados en el muro esperando a que te toque
jugar al boley. Las treinta veces que te paras a saludar a alguien desde que
sales de casa hasta que llegas al pueblo.
Los “mamá hoy ceno bocata que he quedado antes” aunque el plan fuera el de siempre, unas pipas en
Enrique o cualquier banco del paseo. Los domingos de mercadillo en los que
aprendimos a no esperar a las Ródenas ni a Javi, las tardes en misa. Fiestas de
pijamas con ladrones imaginarios, madres con más paciencia que un santo, noches
de cine de verano rociados de aután y con la chaqueta que nos habían obligado a
llevar porque por la noche refresca.
Y de pronto éramos mayores y se nos hacía de noche en la
playa, pero ya no importaba porque en vez de a las 10 quedábamos a las 12. Y
nos arreglábamos y ellos se ponían camisa y nosotras nuestros tesoros del
mercadillo de la semana anterior, y bebíamos primero vodka y luego chupitos de
cualquier cosa que nos quisieran dar. Y con 16 años fuimos los reyes del mundo
y no había nada mejor que ir llegando por la mañana a la playa y poner en común
la noche, con restos de pintura en los ojos, con sellos de discoteca en las
manos.
Y cuando nos dimos cuenta íbamos a la universidad. Vidas
nuevas para todos, otra rutina, otros planes, miradas al futuro. Y si antes
habíamos sido mayores ahora éramos casi adultos. Y cada año, pasase lo que
pasase, el invierno con la mente en Cabo Palos y los veranos en la arena.
Y este verano estoy lejos, más que nunca, y lo echo mucho de
menos… El sabor a sal, el olor a crema, el tacto de las toallas secas después
del agua del mar. Echo de menos el faro, los pies cabopaleros, las resacas bajo
el sol y las noches que cenamos todos juntos. A mi familia, el gazpacho de mi
abuela y a mi abuelo quejándose de cada
grano de arena que entra en casa porque no nos hemos lavado bien los pies. Las
siestas con el tour de fondo, los granizados en la ola, las fiestas de día en
el patio de delante, la lluvia de estrellas con sudaderas en la arena.
Y a vosotros. Mucho.
#echodemenos
O
¡Que verdad, hija! Que tendrá este pueblo que todos los que venimos aquí, año tras año, lo amamos con tanta locura? Que placer sentir que vosotros, el relevo, lo lleváis en el corazón con la misma intensidad!
ResponderEliminar¡Qué bonito relato Oli! Dentro de un tiempo escribirás de tu primer verano en Inglaterra echando de menos el mar. Y recordarás que lo que estás viviendo también estaba lleno de momentos, de anécdotas, de olores y de personas que también forman parte de tu vida. Porque la vida es así, un continuo cambio, y cada segundo que la tierra gira merece la pena. Un beso enorme <3
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