Y Julio no tiene piedad y me obliga a usar abrigo y botas. Y caen las primeras gotas, y yo sigo sin paraguas y me juro que si aguanté así todo el invierno sobreviviré así a esto que llaman verano. Y si tengo que conformarme con el agua de lluvia lo haré saltando en cada charco, con botas de agua y gafas de sol. Con la risa más sonora, con la sonrisa más valiente.
Y, aunque te pienso, sigo aquí.
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